Un sonido desata recuerdos escondidos de la niñéz, de allí se revelan, de mi infancia la mas lejana, los discos del Trío Armonia Huasteca que tocaba los domingos la consola de la casa, recuerdo las portadas de los LP, recuerdo y mas recuerdo que se vueleve añoranza y territorio querido.
Hace poco tiempo conocí a Don Frumencio Olguín, violinista del trío Armonía Huasteca, señor de sonrisa generosa, hombre mayor pero no viejo; todo lo contrario, tenía mirada brillante, con picarezca. Gran músico que aunque físicamente se le veía cansado, tenía toda la juventúd en el sonido brillante de la cuerda, en la alegría con la que conversaba.
Imposible pensar que se haya ido.
Luto por Frumencio.
Condolencias a Don Abraham y Don Jesús, compañeros, amigos y complices del sonido de Armonía huasteca.
No queda mas que recordarlo.
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
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